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[ RELATO ] Martín nunca tenía sueño

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Mensaje por Magnolio Mar 7 Nov 2017 - 9:10

Hola a todos.

Mientras se fragua una historia  que tenga a nuestro querido cabriolet como protagonista, os cuelgo otro relato corto basado de nuevo en las motocicletas Sanglas.

A ver si se anima algún otro compañero a colgar cosillas en este subforo, que no todo va a ser llevar la melena al viento en nuestros descapotables   (¡dónde estará la mía....!   )

Espero que os guste



Martín nunca tenía sueño. Llevaba años sin meterse en la cama. Una o dos veces al mes se quedaba ligeramente traspuesto en un sillón del comedor de su casa, pero nunca mas de 10 ó 15 minutos, en que se despertaba con una resaca espantosa, como si hubiese estado toda la noche bebiendo.

Vivía de las rentas procedentes del alquiler de unos pisos que sus  padres le habían dejado, rentas que le permitían no dedicarse a otra actividad que la a que en cada momento le venía en gana. Había trabajado la piedra, también se había iniciado en la carpintería, y hecho sus pinitos con la literatura. Incluso había dedicado parte de su patrimonio a la publicación de una de sus dos novelas, que había terminado por regalar a sus pocos allegados y de la que guardaba en el trastero varios cientos de ejemplares.

En esta etapa de su vida, dedicaba todo su tiempo, que era mucho,  a  la mecánica. Trataba de ajustar y poner en marcha un viejo motor Sanglas de cárter seco, que en su momento había estado montado en un modelo 400 T, la mejor monocilíndrica que nunca había construido la fábrica catalana, adquirida en un desguace de San Martín de la Vega, y que había formado parte de la Agrupación de Tráfico de la Guardia Civil.

Había retirado el motor del chasis para repararlo a gusto sobre el banco de trabajo, repasó el carburador y tras rectificar el cilindro, montar aros nuevos y un pistón sobre medida se puso a trabajar en los bajos del motor.

Martín era un hombre muy testarudo, no quiso llevar el conjunto biela-cigüeñal al ajustador para que lo centrara y equilibrara correctamente. Pretendía hacerlo a ojo, y para probar el resultado de su “ajuste” montaba el motor íntegramente, lo ponía en marcha, y comprobaba “de oído”  si el resultado había sido el correcto.

Al arrancar el motor,  los rodamientos sometidos a trabajar en condiciones inadecuadas,  se quejaban amarga y ruidosamente de que el ajuste no estaba bien hecho. Entonces, desmontaba de nuevo el motor y con unos suaves golpes amortiguados con un taco de madera, lo modificaba, hasta que a su entender, alcanzaba la posición correcta, y después montaba de nuevo para realizar otra prueba.

En este eterno devenir de pruebas fallidas, de montajes y desmontajes, corrían los días y las noches sin que el insomne Martín abandonara su taller. Solamente salía para ir a la cocina a tomar un bocado de la comida que Julia, la señora que arreglaba la casa, preparaba para él.

Un frío día de febrero, al arrancar por enésima vez el viejo motor Sanglas, en lugar del doloroso chirrido que sonaba habitualmente al proceder a su puesta en marcha, se escuchó el majestuoso sonido de los monocilíndricos de Hospitalet de Llobregat, ese pot , pot, pot que los que lo hemos disfrutado buscamos en todos los motores que escuchamos y que no hallamos en ningún otro.

Tras la sorpresa  inicial, un cúmulo de sentimientos contradictorios se apoderaron del cerebro de Martín. Por un lado y muy en el fondo sentía cierta satisfacción por  haber conseguido equilibrar el cigüeñal sin recurrir al tornero. Pero por otro, el buen
ajuste logrado señalaba el final de una larga etapa de su vida, que le enfrentaba a un vacío con el que no contaba y que no sabía como afrontar.

Bajaba al taller y se sentaba ante el motor con la vista clavada en el bloque, con la mirada perdida muy lejos. Muy lejos de todo  y de todos.
No hacía ni decía nada y las horas y los días caían uno tras otro ante su propia impasibilidad y la preocupación cada vez mayor de la señora Julia, mientras que el motor incansable, y continuaba rodando y generando humo y ruido

Una mañana cuando le bajaba la comida, la señora Julia se lo encontró tumbado en el viejo sofá que tenía en el taller. Sonrió y se fue silenciosa convencida de que por fin había podido hilar un sueñecito, aunque el motor seguía en marcha haciendo un enorme ruido. Pero al día siguiente al bajar de nuevo, Martín seguía en la misma posición aparentemente dormido, pese a los decibelios  y al humo del escape, que el enorme extractor sacaba a duras penas del recinto. La señora Julia llamó al 112 y a los veinte minutos  se presentó una ambulancia que se lo llevó al hospital. Había entrado en coma.

Entre tanto Félix, el  vecino, se llegó hasta el taller para apagar aquel motor que continuaba rodando incesantemente tras la marcha de Martín.

Cerró el paso de gasolina del enorme depósito que lo alimentaba, pero el tiempo pasaba y el motor continuaba girando, finalmente se asomó al depósito y atónito comprobó que allí no quedaba combustible alguno. Enseguida retiró la pipa de la bujía y pero el motor continuaba funcionando sin que nada ni nadie consiguiera detenerlo.

Asustado, llamó a la policía local que finalmente se llevó el motor y el banco sobre el que estaba montado a la Escuela Superior de Ingeniería Industrial, de la Universidad Politécnica donde el claustro en pleno inició el estudio del inexplicable fenómeno que tenían ante sus ojos.

El catedrático de Resistencia de Materiales propuso sumergir el motor en un contenedor lleno de hormigón para así detener su funcionamiento, alternativa que fue apoyada por todo el departamento de Algebra y parte del de Cálculo. Su teoría se basaba en la necesidad de detener el  motor fuera como fuera, aun a pesar de que sufriera daños, para poder así diseccionarlo y averiguar el porqué de su sorprendente funcionamiento.

Sin embargo a propuesta del  área de Topografía  con el incontestable apoyo del poderoso departamento de Física Aplicada, se impuso la línea menos agresiva que proponía la vigilancia constante del motor combinada con el desmontaje progresivo de sus piezas imprescindibles y tomar nota cumplida del comportamiento observado.

Así y con el motor funcionando en el banco, se le retiró además del depósito de combustible y la bujía, el cárter con su aceite, el carburador, el encendido, la bobina y un sinnúmero de piezas, sin que detuviese en ningún momento su ruidoso y sorprendente funcionamiento. .

Entre tanto Martín con sus constantes vitales  estabilizadas,  continuaba en coma sin que se supiera claramente el motivo que le había llevado a esa situación. La señora Julia era su única visitante y pasaba los domingos por la tarde haciéndole silenciosa compañía mientras hacía ganchillo.

Por su parte,  el claustro de la Escuela Superior de Ingeniería Industrial discutía la conveniencia o no de  contactar con expertos parapsicólogos y estudiosos de los sobrenatural para buscar una explicación mas allá de los límites del conocimiento humano. De nuevo el departamento de Topografía capitaneó la negativa a contactar con este tipo de expertos basándose en la falta de rigor académico de los consultados, frente a la posición contraria de los departamentos de Álgebra y Calculo que esta vez, sí consiguieron sacar adelante la inmersión en hormigón del motor, ante la falta de resultados de la linea denominada “observación activa”, que era la que hasta ese momento se había llevado a cabo.

Ante la expectación levantada se decidió que la inmersión se realizaría el domingo de resurrección de aquel año de 1988, evitando así la masiva presencia de alumnos y de otras personas a las que,  pese a la discreción mantenida, les habían llegado noticias del sorprendente hecho.

A las 10 de la mañana del día elegido deslizaron por una rampa de madera el humeante motor  y el banco en el que estaba montado. Un gran contenedor lleno de hormigón le esperaba para acogerlo en su denso seno.

Tras un “chof” apagado, el monocilíndrico detuvo su andar y fue rápidamente rescatado del contenedor  y sometido de inmediato a una ducha de agua a presión que lo limpiara adecuadamente, para que el estudio posterior revelase lo que tuviera que revelar.

Durante dos años se estudió con todos  los medios disponibles  todas y cada una de las piezas de aquel  motor de Sanglas 400 T,  sin encontrar nada que explicase el porqué de su extraño funcionamiento, aunque el llamativo peso y el perfecto ajuste del conjunto biela-cigüeñal, propiciara distintas y disparatadas teorías sobre el movimiento continuo, que, por supuesto,  no llegaron a ninguna parte. Hoy el asunto sigue sin resolverse y  estos hechos  han caído en el olvido con el paso de los años.

Martín continúa  en coma, aunque el domingo de resurrección de 1988, los médicos contando con la aprobación de la señora Julia como única persona allegada, decidieron desconectarlo de las máquinas que le mantenían con vida. De esto hace ya mas de veinte años. Su aspecto es excelente y no sufre ninguna de las patologías que afectan a personas que están largo tiempo encamadas, no recibe alimento alguno por ninguna vía y en la Facultad de Medicina, están valorando su inmersión en formol para que una vez detenidas sus constantes vitales, averiguar el secreto que le mantiene en ese estado…


Toledo, Octubre de 2012.

Manuel Peiró (MAGNOLIO)
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Mensaje por Gullwing Jue 9 Nov 2017 - 11:37

¡Muy bueno! ¡El Edgar Allan Poe del foro! Otra, otra, otra...
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Mensaje por leoncio al fresco Lun 18 Dic 2017 - 22:37

Perdón, perdón y perdón... ¡por no haber leído éste relato antes!!!!. Magnolio, me quito el sombrero y te felicito. Un relato (también podría llamarse ensayo) impecablemente bien llevado, que te mantiene atento en todo momento. Fantástico.... Como dice Gullwing, queremos más!!!...
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